Cuando tenía diez años, soñaba con salvar al mundo, no sabía muy bien de qué ni a quién, ni tampoco el cómo. Y aunque los sueños verdaderos no cambian en esencia, pueden parecer inconscientes e inestables.

No obstante, si hay algo que he aprendido con el tiempo, es que la vida es un intercambio de ilusiones, y que nadie mejor que uno mismo conoce el precio de las propias. No es posible medirlo, cuantificarlo o cuestionarlo. Esa dosis de ilusión es la sustancia que genera tu cerebro para que encuentres la felicidad en lo que haces y en lo que eres.

Conforme tomaba consciencia de mi madurez, iban abriéndose diferentes caminos delante de mí, que paso a paso fui explorando. Comencé viajando, éste fue mi cómo. Porque viajar te abre nuevas perspectivas, que te acercan a comprender la realidad de personas y sociedades que se ven obligadas a vivir en países subdesarrollados que tienen las mismas capacidades os mismos recursos que los afortunados de los estados con mayor bienestar. Te ayuda a ponerte en la piel de quienes, en lugar de ahogar sus penas en una enorme bañera, cuantifican gota a gota el agua de la que cada día pueden disponer. Te sumerge en una realidad tan cruel que te empuja a encontrar el qué y el quién.

Y pues, entre viajes y exámenes, como otra senda en mi camino, tuve la oportunidad de fusionar todo aquello que me gustaba en un solo lugar, el sector del agua y medio ambiente. Trabajar en el mundo ambiental, especialmente en el preciado mundo del agua, supone poner su “inestimable” granito de arena en los proyectos que lleva a cabo, para intentar mejorar cualquier situación, por muy pequeña que sea, en temas de recursos naturales y sostenibilidad, involucrando a la comunidad y las partes interesadas para co-crear. Vivir la experiencia de formar parte de este sector que trabaja en algo tan complejo y real, ha plantado en mí la semilla de la curiosidad y del aprendizaje. Me ha llevado a hacerme preguntas que quiero aprender a responder con la experiencia diaria en cada proyecto ejecutado.

Uno de los enfoques que más se potencia en el sector ambiental es la economía circular.

Se entiende por «economía circular” aquel modelo económico que «se aleja del modelo actual de la economía lineal (fabricar – usar – disponer), hacia un país en el cual los productos, y los materiales que lo componen, se valoran de forma diferenciada, creando una economía más robusta» (House of Commons, 2014, p.5). ¿No es algo increíble? ¿Poder reutilizar, renovar, y reciclar todas las veces que sea posible para alargar el ciclo de vida de los productos y aumentar la sostenibilidad medioambiental? En un sentido más directo, trabajar en esto es esencial para la evolución humana, y ser conscientes, de que, como ya mencionaba Gibbons (1986), hay bastantes recursos para satisfacer las necesidades de la sociedad, pero pocos incentivos para lograr su uso adecuado. Por lo tanto, creo necesario que se adopte en la sociedad, un enfoque fundado en el tiempo, pero que no se proyecte solo en el futuro, si no que se centre en el presente, donde la cosas pueden realizarse actualmente, en armonía con el medio ambiente. (Andrei Zeromski, 1997).

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